En este cuento yo voy a ser la protagonista, ya me canso de dar dialogo a animales, de describir niñas con rubias trenzas, ya es hora de que entre en acción una abuela aunque sea a través de un sueño.
Un día en que me encontraba de visita en casa de mi hija, sola y sin saber que hacer (una abuela nunca está parada), me decidí a poner un poco de orden en el baúl de los juguetes de mis nietos (todos los niños suelen tener un baúl para guardar sus juguetes), después de organizar los libros y juguetes del cuarto de estudio pasé a sus habitaciones en las que tan solo había su libro de cabecera, a continuación respiré hondo, me armé de valor y me dirigí al salón donde está dicho baúl, temerosa y remolona pero a la vez decidida, al pensar en el desorden que allí reinaría. Al subir la tapa del baúl su contenido me recibió con un profundo suspiro de libertad desbordándose, tenían una gran cantidad de muñecos extraños, con nombres impronunciables para una abuela, dragones y monstruos terroríficos, peluches, artefactos y muebles de juguete, islas con piratas, barcos sin capitán, etc.
Como me lo temía, este baúl era un verdadero caos, un batiburrillo de coches y spiderman que ya ni tela de araña le quedaba, así que me di a la agotadora tarea de colocar cada cosa en su lugar, me protestó un gordo enfermo, destripado y que acompañaba con un quejido cada hueso que le retornaba a su sitio, un lamento en vez de un “gracias” el pobre creo que no sale de esta intervención, me rodee de bolsas y preparé una selección de juguetes para bajar al trastero y otra, los mutilados y zarrapastrosos los aparté para la basura.
Tan enfrascada estaba en la tarea de los juguetes, que de pronto me di cuenta del
cansancio y el sueño que tenia, mis lumbares cantaban y no de contento por la postura y mis ojos se cerraban bajo el peso de mis párpados; con un vistazo a mi alrededor vi el sofá llamándome y a por el que me fui, me acurruque y al momento dormía plácidamente.
cansancio y el sueño que tenia, mis lumbares cantaban y no de contento por la postura y mis ojos se cerraban bajo el peso de mis párpados; con un vistazo a mi alrededor vi el sofá llamándome y a por el que me fui, me acurruque y al momento dormía plácidamente.
Me despertó un redoble de tambores y espadas chocándose entre sí, abrí los ojos y vi a un pelotón de penosos soldados que pretendían prenderme, mientras un pirata sin pata de palo ya reclamaba mi atención. No tuve mucho tiempo para asustarme porque en seguida me sorprendió el lugar en que me encontraba: era el salón, mi salón en un completo desorden de muñecos, animales, monstruos, y todo tipo de juguetes que gritaban todos a la vez, parecían estar en una manifestación como esas que suelen hacer los sindicatos obreros de los países en las plazas de las ciudades.
Los peluches, osos, perros, tigres y demás animales así como los dragones lograron asustarme, ¡que feos eran los condenados! al mostrar sus cuerpos desvencijados. Al verme rodeada de todos esos seres fantásticos y diferentes a mí, con caras de malas pulgas y sin saber que deseaban, sentí miedo. Estaba sola ante el peligro que ellos representaban y que yo no alcanzaba a entender.
Los peluches, osos, perros, tigres y demás animales así como los dragones lograron asustarme, ¡que feos eran los condenados! al mostrar sus cuerpos desvencijados. Al verme rodeada de todos esos seres fantásticos y diferentes a mí, con caras de malas pulgas y sin saber que deseaban, sentí miedo. Estaba sola ante el peligro que ellos representaban y que yo no alcanzaba a entender.
En esto apareció spiderman, arrogante, como líder de todo ese barullo formado por los juguetes viejos, fue exponiendo ante mí los regalos de cada año de los Reyes y de Papá Noel a mis nietos, valoró la satisfacción de los niños al recibir cada regalo, conto las horas dedicadas a cada juguete que en verdad eran pocas por la cantidad de juguetes que tenían a su disposición, mencionó los pisotones y desperfectos que recibió al quedar abandonado por el suelo después de la primera ilusión.
A medida que Spiderman hablaba pude darme cuenta que todos estaban deteriorados por el descuido y sucios por pasar más tiempo en el suelo que en otro lugar. Al llegarle el turno y escuchar las doloridas protestas de los juguetes, comprendí que ellos tenían razón; ¡y me acusaban a mí!, yo era responsable por dar tantos y tantos juguetes a unos niños que no los saben apreciar, mientras que hay otros que nunca tienen ninguno; yo responsable de no enseñarles a cuidar de sus cosas, para que siempre los mantengan en buen estado y funcionando, y si ven que le sobran y antes de romperlos los compartan con otros niños menos afortunados.
La rueda de exposición de quejas duró un buen rato en el que todos los juguetes intervinieron exponiendo sus quejas, la tribuna de oradores estaba compuesta en su mayoría, por soldados lisiados, caballos que les faltaba una pata, carrozas rotas, por peluches sin ojos y faltándoles el relleno de los miembros, un tren sin vías, castillos que ya no eran fortalezas, más bien ruinas, etc. y a todo esto hay que añadir a la tele grabando todo este lio en directo como si de una gran noticia se tratara, ¡qué vergüenza!
A medida que Spiderman hablaba pude darme cuenta que todos estaban deteriorados por el descuido y sucios por pasar más tiempo en el suelo que en otro lugar. Al llegarle el turno y escuchar las doloridas protestas de los juguetes, comprendí que ellos tenían razón; ¡y me acusaban a mí!, yo era responsable por dar tantos y tantos juguetes a unos niños que no los saben apreciar, mientras que hay otros que nunca tienen ninguno; yo responsable de no enseñarles a cuidar de sus cosas, para que siempre los mantengan en buen estado y funcionando, y si ven que le sobran y antes de romperlos los compartan con otros niños menos afortunados.
La rueda de exposición de quejas duró un buen rato en el que todos los juguetes intervinieron exponiendo sus quejas, la tribuna de oradores estaba compuesta en su mayoría, por soldados lisiados, caballos que les faltaba una pata, carrozas rotas, por peluches sin ojos y faltándoles el relleno de los miembros, un tren sin vías, castillos que ya no eran fortalezas, más bien ruinas, etc. y a todo esto hay que añadir a la tele grabando todo este lio en directo como si de una gran noticia se tratara, ¡qué vergüenza!
Spiderman como la voz cantante de ese coro de desvencijados juguetes se dirigió a mi diciendo que tenía que jurar lealtad a esos desgraciados y olvidados juguetes, que debería restaurarlos todos, uno por uno y mantenerlos en perfecto estado y orden para después donarlos a los niños pobres pero…, sobre todo, debía inculcar a mis nietos el que cuiden y amen sus juguetes, que compartan lo que ya no les hace tanta ilusión y que dejen el afán de mas y mas juguetes. Con todas las bolsas repletas de juguetes agonizantes me dirigí a mi taller de manualidades y vigilada estrechamente por los más enteros me dispuse a pintar, atornillar, rellenar, coser, etc. era una tarea agotadora y en ella estaba.
La alarma del móvil me despertó de mi agitada siesta, la sintonía de “la ardilla borracha” me estaba avisando de la hora de recoger a Rodri en el cole, abrí los ojos y vi a mi alrededor todos los desvencijados juguetes tal y como yo los había dejado, mirándome con ojos extraviados y plastificados, reclamando mi atención. Abrí y cerré los ojos varias veces para regresar a la realidad, hasta convencerme que me encontraba en el salón, respiré aliviada y me sentí más tranquila al ver que todo fue un mal sueño.
Pero muchas veces me pregunto si este cuento algún día no se transformará en sueño y este sueño no sea alguna vez una triste realidad.
Son muchos los juguetes que una vez pasados los Reyes y la primera ilusión pasan a engrosar los baúles de tantos niños descontentos porque desean tener más y nuevos regalos.
Este cuento (que no fue sueño) lo dedico a mis nietos para que al leerlo sepan leer entre líneas y respeten la vida de sus juguetes y cuando ya se cansen los regalen a otros niños que serán felices con ellos.
Abuela Carmina
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