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martes, 6 de diciembre de 2011

EL ABETO

Comienzo con este cuento apropiado por la proximidad de la Navidad y de la compra indiscriminada de arbolitos que acaban en los contenedores de la basura, amo el bosque y no me gusta la estampa que se presenta después de reyes en las calles de una gran ciudad.
Vísperas de la Navidad; Gonzalo y su papá se disponen a montar el árbol en el salón de la casa.
         Montan en el coche y con un hacha en ristre se dirigen al bosque mas cercano, una vez allí buscan cual será el árbol que mejor luzca en su salón, por fin divisan un árbol todo coqueto, es un abeto con sus acicalas verdes como recién pintadas y peinadas, destacaba su elegancia en medio de la hojarasca pardusca y la desnudez invernal que le rodea.
         No lo piensan mas y se disponen a talar el abeto, cuando clavan el primer hachazo un gemido lastimero retumba en el bosque, Gonzalo y su papá se sobrecogen; por la herida que dejo el hacha brota la resina como si fuera sangre de un ser herido, parecía como si el abeto les suplicara clemencia, lo miran aterrados y como pueden, con barro preparan un emplasto y curan la herida al árbol, este parecía que le agradecía el gesto ondeando sus ramas mecidas por la suave brisa, en estos momentos recuerdan que un árbol es un ser vivo, que tienen que respetarlo y cuidarlo para que muchos como él pueblen nuestros bosques, den cobijo a los animalitos, coman de sus frutos y limpien de polución a nuestro planeta que se encuentra en un estado critico.
         Nuestro amigo y su papá contemplan aquel arbolito y hacen una firme promesa; “No talar mas árboles y cada año en la Navidad comprarán uno en el mercado, lo cuidarán con esmero y luego lo plantarán en el bosque junto a este solitario abeto”.
         De regreso a casa pasan por un mercado Navideño buscando un arbolito, entre todos uno parecía que les suplicaba su atención, con sus raíces desnudas dentro de un plástico, sus ramas apretadas hasta el ahogo, tenia sed, mucha sed, padre e hijo se miraron y decidieron salvar ese arbolito.
         Compraron una gran maceta y una nutritiva turba y ya en casa se dispusieron a alojar al arbolito en un medio más acogedor, donde se pudiera nutrir y no le falte ni la luz ni el aire que necesita para sobrevivir.
         Cuando llegó la Navidad ¡¡que feliz estaba el arbolito todo engalanado con espumillón, cascadas plateadas, luces de colores y cobijando con gran mimo junto a su tronco las figuritas del misterio de la Navidad!!
         A su alrededor se fue cubriendo de paquetes de todos los colores con regalos para toda la familia y el arbolito estaba radiante, presentía que su vida no terminaría con la llegada de los Reyes Magos como le suele suceder a cientos y cientos de arbolitos cada año, él veía, notaba que para él bajo sus ramas también había un regalo, el mas preciado SU  VIDA.


Para todo el que lo lea con buena voluntad  (1996)

                            Abuela  Carmina

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