EL
DINOSAURIO SOÑADOR
Rufino
era un dinosaurio feliz, vivía en una bonita isla con muchos árboles y flores
pero muy solito.
Le gustaba tumbarse en la hierba
rodeado de flores y contemplar el cielo y las nubes que pasaban. Soñaba que
esas nubes un día una tendría la forma de una linda dinosauria y que con
suavidad se posaría a su lado para ser su compañera, serian felices y tendrían
muchos hijitos.
Pasaban los días y Rufino seguía
soñando, mirando al cielo y esperando a su compañera.
Un día como tantos otros en el que
contemplaba las nubes le pareció ver una en forma de dinosaurio y se alegró su
corazón, pero de pronto se desencadenó
una terrible tormenta que con un fuerte viento se llevó las nubes mar adentro;
se quedó triste por que el viento le quitó a su compañera.
Empezaba a cansarse de tanta espera y
pensó que el esperar de las nubes a su amada era un sueño, pensó y pensó la
forma de encontrar a alguien con quien vivir, jugar y ser feliz.
Se puso en camino para recorrer la isla
en busca de más dinosaurios, cuanto mas caminaba mas se alejaba de sus prados
de flores y de la sombra protectora de sus árboles pero seguía estando solo, de
su especie era el único.
Pasaba por sitios pantanosos, oscuros,
con unos animales extraños para Rufino; empezaba a sentir miedo y cansancio, el
estomago le pedía comer, se sentía hambriento.
Siguió caminando para buscar plantas de
brotes tiernos y calmar su hambre.
Llegó a un valle tan bonito como sus
prados y se puso a comer hierbas sabrosas pues tenía mucha hambre, tanto comió
y tan cansado estaba que se tumbó y se durmió plácidamente.
En el cielo las nubes empezaron a
juntarse y tomaron la forma de una linda dinosauria y con la suavidad de una
pluma se fue posando en el valle justo al lado de Rufino, cuando este despertó
y la vio no se lo podía creer.
─† ¿Cómo te llamas?- Le
preguntó.
─† No tengo nombre,- Dijo
la dinosauria.
─† ¿De donde bienes? -Dijo
Rufino.
─† Vengo del cielo de
los dinosaurios, las nubes me trajeron para hacerte compañía.
─† Tenemos que buscarte
un nombre con el que te pueda llamar.
Rufino se quedó pensativo buscando en
su cabeza un nombre que fuera apropiado para su novia.
─† ¿Qué te parece
Celeste? Dices que vienes del cielo.
─† Es bonito ese
nombre, Celeste me llamaré.
Rufino se sentía feliz, ya tenía
compañera y se dispuso a casarse con ella; pidió al amanecer un velo de tenue
bruma para cubrir a su novia, las estrellas del cielo bajaron para hacerle una
corona, las flores saltaron a sus manos para ser su ramo de novia.
Fue una boda muy bonita en la que los pájaros
cantaron sus mejores trinos, todas las flores del valle abrieron sus pétalos
para no perderse la ceremonia.
Rufino y Celeste estaban radiantes de
felicidad, cogidos de la mano se tumbaron en la hierba para contemplar las
nubes. Pasaron ante sus ojos toda una legión de dinosaurios que habitaban en su
cielo y agitaban sus manos en señal de saludo y deseos de felicidad.
Dedicado a mis niños a los que añoro y no puedo contárselo
personalmente, ¡Cuánto os hecho de menos! Escrito en el 2001
Abuela Carmina