En una ciudad grande como Madrid había un niño muy caprichoso que todo cuanto veía se le antojaba y conseguía.
Un día pasó frente a una tienda en la que vendían animalitos y se encaprichó en que le compraran un perrito.
─† Mamá, quiero un perrito. Decía Javier, que así se llamaba el niño.
─† Pero hijo (decía su mamá) ¿Cómo vas a tener en casa y en un piso a un pobre animalito?.
─† Si no me lo compras seré un niño desgraciado y me aburriré mucho.
Después de muchas discusiones y razonamientos a los que Javier no hizo ni caso logró salirse con la suya y consiguió el perro.
Era un cachorro de martín, precioso, parecía una bola de peluche, le puso de nombre “Tristán”.
El perrito era feliz jugando con todo cuanto cojia a su alcance, escondía la zapatilla al abuelo que se volvía loco buscándola, enredaba la madeja de la lana a la abuela y como lo tenían bien alimentado crecía y crecía, pero a medida que “Tristán” crecía el interés de Javier por el perrito mermaba, como ya tenia otro juguete nuevo no le hacia ni caso; “Tristán” lo notaba y perdía su alegría.
Pasaron los meses y llegó el verano, hicieron planes para ir a la playa pero “Tristán” era un estorbo, decidieron abandonarle en una calle de la gran ciudad.
El pobre “Tristán” pasó hambre, casi le atropella un coche y pasó lo inevitable, le cojieron los de la perrera municipal, lo metieron en una jaula y el pobrecito lloraba por que no comprendía el por que estaba allí.
Pasaron los días y como nadie lo reclamaba lo iban a sacrificar.
Un día un coche pasó por la carretera cercana, tubo la mala suerte de averiarse, los ocupantes fueron a pedir ayuda a la perrera, entre ellos estaba Ramón un niño que vivía en un pueblo con muchos animales.
Ramón quedó impresionado de la carita de tristeza de “Tristán”, preguntó por sus dueños.
─† Es un perro abandonado de los muchos que recogemos cada año en el verano (le dijeron).
─† ¿Vendrán luego a recogerle? (preguntó Ramón).
─† No, este y otros muchos en pocos días morirán.
─† ¿Y si yo le recojo y prometo hacerme cargo de él me lo dais?.
─† Tuyo es y le salvas de una muerte segura.
Ramón se lo llevó a su pueblo, lo soltó por el amplio patio y “Tristan” de nuevo se sintió feliz jugando con los gatos, corriendo tras los corderitos y sintiéndose querido, el los quiso y lo demostró con su fidelidad para Ramón, cuidando y custodiando como fiel centinela.
Nunca hagas como Javier por que no vas a encontrar siempre a otro Ramón para remediar tú error.
Aidán, cariño, este cuento es para ti, nunca seas otro Javier, dale amor a todo el que esté junto a ti. 1992
Mamá Carmina