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Te invito a sentarte en torno a mi mesa y compartir mis cuentos y mi brasero.

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Los cuentos nos hacen regresar a nuestra infancia.

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lunes, 9 de abril de 2012

EL PERRO TRISTAN


En una ciudad grande como Madrid había un niño muy caprichoso que todo cuanto veía se le antojaba y conseguía.
         Un día pasó frente a una tienda en la que vendían animalitos y se encaprichó en que le compraran un perrito.
         Mamá, quiero un perrito. Decía Javier, que así se llamaba el niño.
         Pero hijo (decía su mamá) ¿Cómo vas a tener en casa y en un piso a un pobre animalito?.
         Si no me lo compras seré un niño desgraciado y me aburriré mucho.
         Después de muchas discusiones y razonamientos a los que Javier no hizo ni caso logró salirse con la suya y consiguió el perro.
         Era un cachorro de martín, precioso, parecía una bola de peluche, le puso de nombre “Tristán”.
         El perrito era feliz jugando con todo cuanto cojia a su alcance, escondía la zapatilla al abuelo que se volvía loco buscándola, enredaba la madeja de la lana a la abuela y como lo tenían bien alimentado crecía y crecía, pero a medida que “Tristán” crecía el interés de Javier por el perrito mermaba, como ya tenia otro juguete nuevo no le hacia ni caso; “Tristán” lo notaba y perdía su alegría.
         Pasaron los meses y llegó el verano, hicieron planes para ir a la playa pero “Tristán” era un estorbo, decidieron abandonarle en una calle de la gran ciudad.
         El pobre “Tristán” pasó hambre, casi le atropella un coche y pasó lo inevitable, le cojieron los de la perrera municipal, lo metieron en una jaula y el pobrecito lloraba por que no comprendía el por que estaba allí.
         Pasaron los días y como nadie lo reclamaba lo iban a sacrificar.
         Un día un coche pasó por la carretera cercana, tubo la mala suerte de averiarse, los ocupantes fueron a pedir ayuda a la perrera, entre ellos estaba Ramón un niño que vivía en un pueblo con muchos animales.
         Ramón quedó impresionado de la carita de tristeza de “Tristán”, preguntó por sus dueños.
         Es un perro abandonado de los muchos que recogemos cada año en el verano (le dijeron).
         ¿Vendrán luego a recogerle? (preguntó Ramón).
         No, este y otros muchos en pocos días morirán.
         ¿Y si yo le recojo y prometo hacerme cargo de él me lo dais?.
         Tuyo es y le salvas de una muerte segura.
         Ramón se lo llevó a su pueblo, lo soltó por el amplio patio y “Tristan” de nuevo se sintió feliz jugando con los gatos, corriendo tras los corderitos y sintiéndose querido, el los quiso y lo demostró con su fidelidad para Ramón, cuidando y custodiando como fiel centinela.
         Nunca hagas como Javier por que no vas a encontrar siempre a otro Ramón para remediar tú error.



        Aidán, cariño, este cuento es para ti, nunca seas otro Javier, dale amor a todo el que esté junto a ti. 1992

                                        Mamá Carmina

2 comentarios:

  1. Hola Mirva, gracias por tus amables palabras en mi blog, siempre se agradecen los comentarios. Decirte que me alegro que te gusten mis muñecas, llevo un par de años con todo este maravilloso mundo de los blogs, y dia a dia aprendo mucho de todas las compañeras blogueras. Nos damos ideas las unas a las otras y eso hace enriquecernos muchísimo. Me encantan las cosas que haces, para mí dificilisimas como el ganchillo y los bolillos ¡madre mía, pura paciencia!
    Un saludo muy cariñoso.
    Pilar.

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  2. Que enseñanza tiene este cuento, la verdad que me suena eso de mami yo quiero un perrito, un gatito, un hamster, una tortuga.....en fin.... la verdad que ahi los padres somos los verdaderos responbles, pues no podemos pensar que un niño se va a ocupar de casi nada, y luego cuando bichito molesta excusarnos diciendo,- tu eras que que te hacias responsable.....
    Yo por eso este tipo regalos no me gustan, pues es una responsabilidad muy grande, y los perritos tienen muchos sentimentos.
    Besitos
    Macoke.

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