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miércoles, 28 de noviembre de 2012

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE LA ARAÑA RUPERTA


Hola amig@s, como ya hace un tiempo que mantengo un silencio en estas páginas hoy os voy a dedicar un cuento, que ya hace tiempo que los tengo olvidados. Este silencio mío es por la gran cantidad de trabajos pendientes de cara a la Navidad y que como es habitual en mi no fotografié (me mandaran fotos, me lo prometieron) y entregué; mas adelante os los enseñaré.

Este cuento es inspirado en los comentarios de mi hija, jardinera en Isla Dos Aguas.

AVENTURAS  Y DESVENTURAS DE LA ARAÑA RUPERTA


Había una vez, en los jardines del campo de golf llamado “Isla Dos Aguas” una araña gordita y resultona que se llamaba Ruperta, le encantaba vivir en el interior de los pozos de riego, su escondite preferido era junto a las bombas del agua; cada día los jardineros al verla tan grande se asustaban pero la respetaban y dejaban vivir en paz en su agujero, tenía la araña como sus mejores amigos al grillo Cantarín y al ciempiés Calcetines. Aquel día todo el campo de golf con sus jardines y rosaleda estaba alborotado y muy especialmente las arañas que residían en él, porque se casaba la rosa de Pitiminí con el Narciso, eran sus padrinos La Lavanda y el Geranio que crecían todos ellos en el jardín de taquillas, junto a la cancha de prácticas, bajo los tiernos cuidados de los jardineros que las mimaban con esmero. Todas estas flores derrochando su hermosura y sus colores recibían a los jugadores de golf dándoles la bienvenida cuando llegaban al campo.

El  padre de la novia D. Clavel Reventón quería para ella el velo más bonito que se pudiera tejer, premiaría con el título de "Tejedora Mayor de Isla Dos Aguas" a la araña que tejiera el velo de novia más hermoso para su rosa de Pitiminí, su hija más querida. Todas las arañas del parque se pusieron manos a la obra, se habían puesto a trabajar para que la novia de Isla Dos Aguas fuera la más bonita en el día de su boda y también querían ganar ese título.

La araña Ruperta junto con Calcetines salió de su casa escondite. Si amiguitos, escondite por que confiaban muy poco de la puntería de  los golfistas y peligraba el ser aplastados por una de sus bolas despistadas (que eran muchas), Ruperta andaba alborotada, ella también quería lograr ese título y  pensaba en cómo podía ganar el premio. Tengo que deciros, amiguitos, que la araña Ruperta era un poco histérica, desordenada y también la habilidad no era una de sus cualidades, tejía sus telas una y otra vez pero el desorden de su trama hacia que el trabajo fuera un autentico desastre, no lograba que ningún pequeño insecto callera en sus redes. El vecino Calcetines y el grillo Cantarín ya estaban artos de los continuos arrebatos de histeria de Ruperta y deciden poner cartas en el asunto, lo primero Cantarín le administra a Ruperta una dosis de tila del árbol cercano y después la manda a dormir un rato y Calcetines le da unos masajes relajantes que la dejan “grogui”. Mientras tanto piensan en cómo ayudar a la desdichada Ruperta a confeccionar su dichoso velo de novia.

Cuando por fin Ruperta ya despejada se despierta de muy buen talante y su amigo Cantarín le dice que se ponga a tejer, que ponga todo el empeño y el trabajo le saldrá bien. Consigue hacer un buen trabajo pero… mira por donde un avispado ratón que venía olisqueando unas pieles del queso del bocata de algún golfista va a dar de bruces con el velo que nuestra Ruperta está tejiendo y zasss le hace un agujero redondito en todo el medio dando al traste con el trabajo de Ruperta.

—• Soy una desgraciada – lloraba a pleno pulmón Ruperta, no dándole tiempo a limpiarse tanta lagrima y eso que tiene numerosas patas para hacerlo.

—• Vamos a ver mujer, no debes preocuparte por esto, aun tienes tiempo para hacer tu labor – le dijo Cantarín.

—• No puedo, las fuerzas me fallan ya, y no consigo formar un hilo resistente, me estoy volviendo vieja – contesta Ruperta.

—• No te lamentes mujer y ven que te doy un masaje antes de comenzar de nuevo la labor – le dice Calcetines.

—• Buaaaa, pa masajes estoy yo, soy una inútil y una vieja, buaaa – se lamentaba la araña.

—• Basta ya de lamentaciones, ponte manos a la obra y haces lo que sabes hacer, mal o bien pero lo sabes y mientras, yo hago lo que sé hacer muy bien, yo te cantaré una balada como si fuera tu enamorado y ese velo fuera para lucir tu el día de nuestra boda ¿de acuerdo? – le dijo Cantarín.

—• De acuerdo – contestó Ruperta con la voz aun entre hipos.

—• Vamos Rupertita, cariño, mientras tejes yo te doy unos ligeros masajes por tu espalda que te relajaran – le dijo Calcetines con todo el mimo que pudo.

Ruperta comenzó de nuevo su labor poniendo todo su empeño en ello y mientras el grillo Cantarín desgranaba sus baladas que le salían del alma pero sin perder de vista a la tejedora no sea que algún imprevisto surgiera de nuevo y ya estaba más que harto de las quejas y lamentos de la vieja Ruperta. Calcetines con todas sus manos masajeaba a la tejedora suavemente pero cuidando que no se le durmiera porque últimamente era muy propensa al sueño.

Por fin el velo quedó concluido y se dispuso a ofrecérselo a la feliz novia, la rosa de pitiminí; esta lo recibe con gran regocijo pues es el más bonito del jardín.

Todas las flores y pequeños bichitos del campo de golf están reunidos en el jardín de taquillas y expectantes a ver el velo de la novia.

Al amanecer, cuando apenas el sol asoma por el horizonte comienza la ceremonia, aparece Pitiminí tocada con su blanco velo al que las gotas del rocío junto con los primeros rayos del sol hace que destelle una luz embriagadora, todos los colores del arco iris hacen la cola de tan hermosa novia que luce su esplendor con una elegancia propia de la categoría de la rosa de Pitiminí, desfilando armoniosa a los acordes que la garganta de Cantarín desgranaba para ella.

Os preguntareis por la araña Ruperta y Calcetines; pues bien, esta asistió emocionada e histérica a la ceremonia a la espera de la decisión del padre de la novia, y al final de  esta ceremonia, ella, Ruperta fue nombrada “Tejedora Mayor de Isla Dos Aguas” y siguió dando sustos a los jardineros cuando abrían el pozo de riego y se encontraban con ella y sus tejidos, el ciempiés Calcetines salió disparado a toda la velocidad que le daban sus numerosas y cortas patitas a refugiarse en el pozo de riego antes de que los atolondrados golfistas la prendieran con él.

El grillo Cantarín siguió cantando feliz, ya sin los lamentos de Ruperta y sin pensar en recoger comida para el invierno, pero este ya es otro cuento.

¡Colorín colorado, este cuento se ha acabado!